Por Nicolás Forlani.

Lic. Ciencia Política, Dr. En Estudios Sociales de América Latina. Becario Posdoctoral del CONICET

El arribo del líder del Frente Renovador al Ministerio de Economía puede ser interpretado conforme a dos lecturas complementarias, no sin contemplar ciertas mediaciones clave. Por un lado reposando el análisis en la coyuntura de crisis política que atraviesa el FDT y, por el otro, divisando el largo alcance de la hegemonía neoliberal.

Respecto de lo primero, está claro que el FDT ha perdido autoridad política, es decir, capacidad de definir la agenda pública y determinar el rumbo de la economía. En parte ello conforme a la incompatibilidad de dos lógicas de construcción política que cohabitan la coalición desde los inicios del mandato: la lógica del consenso reiterada por la figura presidencial mayor (Alberto Fernández) y la del conflicto, inherente a la constitución identitaria del kirchnerismo. Lejos de una síntesis creativa el tándem “moderación vs radicalización” fue mutando hasta alcanzar en reiteradas oportunidades la envergadura de un antagonismo al interior del bloque de gobierno.

No obstante, el carácter destructivo de esta tensión, ha de enmarcarse en el permanente asedio de la derecha local en el contexto de una crisis global derivada de la pandemia primero y el conflicto bélico en segunda instancia. Ambas con impactos macro y micro económicos que debilitaron la base de apoyo del FDT conforme a la inicial contracción económica y a la posterior aceleración del proceso inflacionario.

En este escenario la creación de un Ministerio de economía fortalecido -subsunción mediante de las carteras de hacienda, desarrollo productivo y agricultura- constituye una búsqueda de mayor resolución en el ejercicio de gobierno. Debilitada la imagen presidencial y vetado el kirchnerismo por parte del poder real, la figura de Massa –un actor de la política con trayectoria en la gestión y ambición de poder- emergió como una figura central para conducir la señalada cartera de gobierno.

Fuente: Perfil

Ahora bien, ¿por qué Massa? ¿Qué aspectos de la coyuntura se ligan con dimensiones de mayor alcance para que el líder del Frente Renovador emerja como una figura natural en la conducción del proceso político del FDT?. El gobierno se encuentra en la urgencia de superar una corrida cambiaria que día a día repercute en la volatilidad de precios que finamente erosiona la capacidad de consumo de la mayoría de los argentinos. En un escenario de escazas reservas en el banco central, ergo con dificultades para disciplinar los actores que propician la devaluación, la coalición de gobierno apela a una figura política –Massa- en aras de descomprimir la presión del bloque de poder económico.

Una lectura pragmática de la situación induce al FDT a dotar de un protagonismo mayúsculo a Massa conforme a que éste representa al interior de la coalición el sector más conservador dentro del peronismo. La larga hegemonía neoliberal que vive el país (y el mundo), a pesar de los momentos dislocadores o contrahegemónicos de las experiencias progresistas (como la etapa kirchnerista en argentina), se refleja especialmente en la capacidad o audacia de este dispositivo de subjetivación de penetrar incluso en los movimientos populares. La reacción inicialmente favorable de “los mercados” (suba de los bonos argentinos, baja en la cotización de los dólares paralelos y el riesgo país) son sintomáticos de la confianza de los sectores especuladores respecto de las garantías que ofrece el ministro entrante, es decir, la de conservar el status quo.

Sin embargo la situación social del país, atendiendo a los superlativos niveles de pobreza, no parece constituir un escenario propicio para aplicar políticas de ajuste que degraden los ya devaluados ingresos de los sectores populares. De allí que las nuevas políticas económicas del FDT demarcarán la posición del ejecutivo en la puja distributiva y, junto a ello, el mayor o menor acompañamiento que este espacio político tendrá por parte de las mayorías populares en las próximas elecciones nacionales.