Por Laura Olocco. Comunicadora Social 

El rol de cuidadoras socialmente asignado a las mujeres, suele actuar como intensificador y diversificador de la violencia de género. La distribución de este trabajo no remunerado, compuesto por el trabajo doméstico y de cuidado, refleja la injusta organización social de los cuidados entre hombres y mujeres. Esta desigualdad tiene un impacto directo en los avances en materia de autonomía de las mujeres, en particular en cuanto a autonomía económica.

Los datos disponibles de los países de la región muestran que la brecha entre hombres y mujeres está presente en todos los países, llevándo las mujeres una sobrecarga de estos trabajos. En la región, en promedio cada día las mujeres dedican el triple del tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en comparación al tiempo que le dedican los hombres.

En este sentido, una Encuesta Regional de Opinión Pública sobre Violencia de Género fue realizada en Argentina, Colombia, Ecuador y México, por Avon y Fundación Avon, de la mano de Quiddity, y organizaciones del tercer sector en cada país.

La encuesta se hizo a más de 2.000 mujeres de forma cuantitativa. En este marco, 3 de cada 10 mujeres declararon no poder tomar decisiones respecto del manejo del dinero, o hacer uso de él libremente. Esto se dio con mayor frecuencia entre aquellas que trabajan de manera informal (39%). A la hora de pedir ayuda, el 26% de las mujeres sintieron que no iban a poder subsistir económicamente.

El informe destaca que muchas veces esta situación es propiciada por el mismo agresor, quien rechaza que la mujer trabaje por fuera del ámbito doméstico contribuyendo a la dinámica de aislamiento, y, al mismo tiempo, le restringe el acceso al dinero que solo él produce.

Es fundamental entender que esa violencia económica atenta contra la autonomía económica de las mujeres y de la familia o las personas que tengan bajo su cuidado. Asimismo atenta contra la posibilidad de pensar autónomamente un proyecto de vida libre de violencias, de pensarse alejadas de esa persona.

Es inminente enmarcarla como parte de aquellas violencias naturalizadas, que perpetúan formas de vida como inmodificables.

La “noticia” que no es noticia es la de la naturalización social de esta violencia económica que fue silenciada por siglos, incluso naturalizada por parte de las mismas mujeres que no auto – percibían esta vulneración de derechos básicos porque soportaban la carga familiar como “natural al género”.

¿Cuándo será el día en que por fin nivelemos la balanza?