LA TRASTIENDA
Mientras el ministro de Economía, logró cierto alivio tras un moderado apoyo Chino, el gobernador cordobés pudo instalarse en la agenda nacional, tras su pirueta para sumase a Juntos por el Cambio. Instantáneas de un país con dudoso rumbo, de persistente conducta bipolar, y una voluntad infranqueable de disputar el poder.
Sergio Massa, habló poco de política en su gira por el gigante asiático. Dijeron sus íntimos que se dedicó con tenacidad a gestionar acuerdos para lograr inversiones y financiamiento, en su periplo por Pekin y Shanghai.
Con un diagnóstico de debilidad macroeconómica extrema, la ampliación del swap por un equivalente a U$S 10 mil millones que anunció el ministro desde China, sin dudas, constituyó una gran noticia para el gobierno nacional.
A ello, le adicionó la próxima incorporación de Argentina al grupo de los BRICS, el flamante organismo que también le tenderá una mano crediticia al país.
Claro está, el plato fuerte llega esta semana, oportunidad en que el súper-ministro hará los retoques finales para cerrar un nuevo acuerdo con el FMI, donde la prioridad es que el organismo libere más de 10 mil millones dólares como adelanto de todos los desembolsos previstos. El nudo principal radica en cuánto de ese dinero se podrá usar para intervenir en los mercados, tal lo explicitado por Massa, que quiere disponer de un 60% para esos fines.
El acuerdo puede llegar al filo del cierre de listas, en unos 20 días, dado que el próximo pago coincide con las definiciones electorales nacionales y el organismo que preside Kristalina Georgieva –sometido a una asfixiante presión de EEUU por fondos para Ucrania- quiere evitar una revisión del acuerdo original con Argentina en septiembre. No obstante las buenas nuevas para el gobierno, de algo no hay duda: no tiene el Ejecutivo los 5.500 millones de dólares que necesita para pagar los vencimientos de junio y julio.
El intento de un candidato único del FDT
En el viaje a China, Massa fue acompañado por el diputado Máximo Kirchner, quien, fiel a su estilo, tendió puentes más políticos, en el marco de las condiciones que siempre impone el gobierno Comunista, destacándose por caso, su visita a una de los mega centros de investigación y desarrollo de la multinacional tecnológica Huawei. En paralelo, el jefe de La Cámpora avanzó en detalles de un acuerdo político ya gestado desde hace tiempo con el propio ministro.
Lo conocido, toma forma. Massa no quiere internas en las PASO. Explica que el Peronismo tiene una oportunidad, alcanzar el consenso, ir con boleta única y lograr el primer lugar en las primarias. De lo contrario, se le regalará una foto de triunfo a Javier Milei.
Sostiene su postura en un dato que reconocen todos: Juntos por el Cambio perdió 9 puntos de intención de voto en los últimos cinco meses, y no logra recuperarse aún. Abonan no pocos analistas que el intento de ampliar esa coalición no sería garantía de mejora.
Así, el ex presidente de la Cámara de Diputados, interpreta que una formula única, y por supuesto consensuada, un programa político-económico básico de unos 30 puntos, y un mínimo de estabilización de los indicadores de la economía que impactan en los bolsillos de la gente, serían el piso posible para lograr el primer lugar en agosto, y desde allí, batallar de otra manera para las generales de octubre.
En eso, conversaron largo y tendido con Kirchner, y –dicen- hasta cambió chats al respecto con CFK. Por caso, el martes, se reúne la liga de gobernadores del PJ, y allí esperan una primera señal.
El poder, siempre es el poder
El poder. Siempre es el poder. Como las y los estimados lectores imaginarán, hay cientos de análisis y definiciones sobre el poder. A lo largo de la historia antigua y contemporánea, no pocos intelectuales le dedicaron buena parte de sus vidas al abordaje de esta cuestión.
Elegimos ahora, una en particular que consideramos, nos calza al dedillo sobre la coyuntura política actual. Veamos.
“La fuerza impulsora de la civilización, ha sido siempre la búsqueda del poder, antes que la búsqueda de lo útil o beneficioso”, interpretó Nietzsche, cuando promediaba la segunda mitad del Siglo XIX.
Analizaba entonces, el controvertido filósofo alemán, del antiguo reino de Prusia, que “la voluntad de poder es el impulso básico de nuestros actos particulares, aunque a veces sólo tenga una expresión muy primaria”.
“¿En qué consiste exactamente?, se preguntaba. “Es querer ser lo que verdaderamente se es: el reconocimiento de lo que uno es en realidad, y la fidelidad a uno mismo”. Se enmarca en “la acción a favor de todo lo que significa la vida y el camino hacia el superhombre”, desgranaba.
Y por si fuera poco, remata: “es la negación del equilibro y del control de las fuerzas; es la pasión originaria de la que derivan el placer y la creación; y es acumulación de energía, de vida indomable”.
Friedrich Wilhelm Nietzsche, nacido en octubre de 1844, se convirtió en el pensador más reconocido, y por tanto, de mayor influencia durante todo el siglo XX.
Rememorar algunas pocas líneas de su obra, nos sirve para ampliar el enfoque de esa suerte de patología de la dirigencia argentina, de vocación permanente por buscar el poder, casi al extremo de convertirse –con recurrencia- en un fin en sí mismo, con los peligros y secuelas que ello acarrea.
La estocada final de Schiaretti
El gobernador Juan Schiaretti, asumió que quiere dar un nuevo salto a la escena nacional. Pero aprendió que no puede darlo en vació. O sea, no repetir la olvidable experiencia de 2019 cuando los supuestos pares de andanzas lo dejaron sólo y de a pie, justo cuando pretendía empezar a caminar el país.
En otros tiempos, diríamos que ya corrieron kilómetros de tinta en coberturas sobre la movida de nuestro gobernador por convertirse en un nuevo alfil de la endeble coalición de Juntos por el Cambio a nivel nacional. Hoy, podríamos señalar, ya se cargaron no pocas unidades de bytes y kilobytes en las plataformas informativas sobre la novela de Schiaretti en Juntos.
Si miramos de manera equidistante y paneamos, observamos: un Sergio Massa, con una estrategia técnico-política, en su derrotero global; un Juan Schiaretti, con un andar de cierto aire caudillesco por las avenidas porteñas. En suma, una argentina enfrascada en conductas, para nosotros ciertamente “nietzscheanas”, de búsqueda y pugna por el poder. Pero en el aspecto gordiano que desmenuzaba el pensador alemán, de negación del equilibro y del control, poniendo por encima una vida indomable.
El gobernador sabe que ésta, muy probablemente, sea su última oportunidad de sentarse a la mesa de la política nacional y tener cierta incidencia. Se convenció hace tiempo que la vía Justicialista era imposible con una mayoría de kirchneristas en el control del PJ. Paciente, hilvanó sus operaciones con cautela, y ahora, que ya descuenta el triunfo de su coalición en Córdoba, dio la estocada final, allí donde podía: en las crecientes debilidades de Juntos, que se metió en un atolladero interno, y ya se consumió la mitad del año sin saber cómo resolverlo.
Queda para Schiaretti, saber si lo aceptan en la mesa nacional de JXC, y si ello sucede –en las próximas horas- desandar el nuevo esquema político-electoral con los riesgos de nueva implosión, dado el escaso margen de armado y organización que queda.
Pero sí. Poco importa, pues la búsqueda del poder, en apariencia por el poder mismo, lo vale.