Por Gustavo Matías Terzaga. Abogado. Pte. de la Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico ARTURO JAURETCHE, de la Ciudad de Río Cuarto, Cba.

A 239 años de su fundación, la ciudad vuelve a mirarse en el espejo de su pasado. Entre el mito cotidiano y la raíz profunda, Río Cuarto revela la historia que la hizo nacer como frontera y la proyectó como capital alterna del sur cordobés.

Cada aniversario nos encuentra repitiendo un ritual entrañable: evocamos el baile de Marito, al canillita que reparte el diario al alba, los puentes sobre el río, el cuarteto en el Coloso de Banda Norte, la pasión por Estudiantes y Atenas. Son postales queridas, parte del alma popular que nos identifica y nos hermana. Pero cuando la celebración se detiene solo en esa superficie, en ese costumbrismo amable que repite lo conocido, la ciudad corre el riesgo de olvidarse poco a poco a sí misma.

Porque detrás de esa superficie hay otra historia —más vasta, más profunda y compleja— que no se mide en anécdotas ni nostalgias, sino en procesos sociales, económicos y políticos que dieron forma al “Imperio del Sur cordobés”. Río Cuarto es el resultado de un proyecto histórico de expansión, de frontera y de progreso, que vinculó la región con el devenir nacional. Ignorar esa raíz es despojarnos del verdadero sentido de comunidad, de la conciencia histórica que explica por qué esta ciudad fue —y aún es— un nodo clave en la construcción de la Argentina moderna. Reducirla a una sucesión de gestos cotidianos es perder de vista su verdadera dimensión; la de una ciudad que nació en la frontera ranquelina y se hizo artífice de la Nación integrada.

La casona que guarda la historia

La casona de Fotheringham, hoy Museo Histórico Regional y Monumento Histórico Nacional, es mucho más que una reliquia; es la construcción más antigua aún en pie de la ciudad, y en sus muros respira casi toda nuestra historia.
En el perímetro de sus muros transcurrió buena parte de la historia nacional y local. Fue sede del Juzgado de Paz Letrado, de la Comandancia de Fronteras de Córdoba, San Luis y Mendoza, y —nada menos— hogar del Comandante General Julio Argentino Roca, quien residió en Río Cuarto entre 1872 y 1878, en los años decisivos de la organización del país y de la expansión hacia el sur. Allí también vivieron figuras como el Coronel Lucio V. Mansilla, Eduardo Racedo y el propio General Ignacio H. Fotheringham, quien se casó en nuestra parroquia el 8 de mayo de 1873 con Adela Ordóñez, sellando un capítulo que entrelaza la vida privada con la historia pública.

Esa casona no es solo una reliquia arquitectónica, es un espacio vivo donde resuenan los ecos de la frontera, los galopes de la caballería, el murmullo de los gorriones en las parras y las enredaderas que aún parecen sostener su sombra, las noches oscuras frente al desierto y el cielo de estrellas, el miedo y el arrojo de una comunidad que se forjaba en el límite entre la civilización y lo desconocido. Allí habitan los orígenes del “Imperio del Sur cordobés”, un concepto que no es mero orgullo localista de las clases acomodadas que se autopercibían como una conciencia o mentalidad distinta a la capital provincial.

Es probable que esta célebre denominación tenga su origen en una configuración histórica particular, donde se entrelazaron factores geográficos, políticos y económicos, moldeados por intereses, influencias y rivalidades que, con el tiempo, se transformaron en orgullo local, tradición e incluso en postura política.

Al respecto, el historiador riocuartense Alfredo Terzaga decía: “De tal modo, no sería muy aventurado afirmar que, si Río Cuarto no pudo adquirir, en el pasado, el rango de capitalidad de una provincia nonata, por encontrarse solitaria en su mangrullo frente al desierto ranquelino, tampoco pudo adquirirlo después, cuando el desierto surcado por los indios se convirtió —valga la expresión— en otro desierto, poblado esta vez sólo de pezuñas y mugidos.

Pero esa forzosa marginalidad frente al desierto no impidió —mal que le pese a cierto malentendido localismo de la ciudad del Sur— que la Capital de la provincia sintiera a Río Cuarto como cosa próxima, y que, a su vez, en la modesta aldea fronteriza de entonces, el destino de la Provincia y el de la Nación se concibieran, sin fisura alguna, como destino propio.

En Río Cuarto, en efecto, entre la pintoresca rutina de la vida de cuartel y la diplomacia elemental de lenguaraces y de “chinas”, fue donde el general Roca concibió, no solamente su Campaña del Desierto, sino también ese regreso de las Gallias que fue su candidatura provinciana a la Presidencia de la República.

Y fue también en Río Cuarto donde nació ese gobernador, tan típico por cordobés y por criollo, que se llamó Marcos Juárez.

Vale la pena, entonces, preguntar a esa mentalidad riocuartense que se pretende distinta, si el mantenimiento del antiguo orgullo local no importa un anacronismo frente a las exigencias de un país que necesita y quiere verse realmente integrado, y para el cual la provincia interior —su verdadero corazón mediterráneo— será pieza esencial, como lo fue en el pasado.”

Artículo «CÓRDOBA y RÍO CUARTO» incluidos en el libro CLAVES DE LA HISTORIA DE CÓRDOBA. 1996.

Río Cuarto y la frontera del Estado Nacional

El lector podrá cerrar sus ojos e inhalar la historicidad que habita este espacio y que nos lleva mágicamente a un recorrido que levanta polvaredas por el límite del dominio español al sur de la jurisdicción de la ciudad de Córdoba sobre el que se fundó el pueblo de la Concepción del Río Cuarto, al poblamiento americano y los pueblos originarios del suroeste provincial, a la etapa colonial; a la conquista y la colonización; al gaucho y la fundación de la Villa-Ciudad de Río Cuarto, a la sede de Comandancia de Frontera Sur, a la Campaña del Desierto, a la cuestión fronteriza y la conformación del Estado Municipal y Nacional, y a las definiciones de una sociedad civil moderna, sus partidos políticos, principales instituciones y personalidades.

Fue desde aquí donde Roca, Fotheringham y Mansilla consolidaron la presencia estatal en los márgenes, donde el ferrocarril, el comercio ganadero y la colonización agrícola comenzaron a expandir la transformación de la economía nacional. Más que una acción militar, la Campaña del Desierto fue un proyecto de Estado gestado desde estas coordenadas, cuando la villa heróica era la base de operaciones del Ejército Nacional. Desde aquí, Roca diseñó la estrategia de una política nacional para consolidar la soberanía, expandir la economía y asegurar el orden en un territorio aún inconcluso con el fortalecimiento de sus fronteras internas.

La frontera riocuartense fue el punto de partida de una empresa política que buscó extender la autoridad del Estado y del Ejército sobre todo el territorio, integrar al país e incorporar millones de hectáreas fértiles al circuito productivo. Desde esta ciudad se pensó la marcha hacia el sur como una forma de unidad territorial, pero también como un modo de garantizar la soberanía frente a las pretensiones extranjeras.

El avance hasta el río Negro —concebido desde los cuarteles de Río Cuarto— no solo amplió la geografía de la Argentina, sino que dobló su extensión efectiva y aseguró la Patagonia como parte del proyecto nacional. En definitiva, la Campaña del Desierto representó el paso final de la construcción territorial del Estado moderno, y Río Cuarto fue su epicentro político y militar, el lugar donde la Argentina comenzó a pensarse como totalidad. Roca representó la voluntad de unificar el territorio y afirmar la autoridad estatal tras décadas de fragmentación heredada del Virreinato. Su acción no fue un acto individual, sino la culminación de la organización nacional, mediante el cual el poder político argentino se afirmó frente al desorden interno y las presiones externas, dando forma definitiva a la Nación.

Identidad, frontera y destino

No se puede comprender verdaderamente la historia si se la aborda con prejuicio moral o simplificaciones maniqueas. La historia no es un cuadro de doble entrada entre buenos y malos. La historia no puede juzgarse fuera de su tiempo, porque hacerlo equivale a vaciarla del sentido del proceso. Comprender el pasado exige situarlo en su contexto, con sus contradicciones, intereses y procesos reales, no bajo las categorías morales del presente.

La vocación regional, el dinamismo productivo, la vida universitaria y el liderazgo comercial de Río Cuarto, entre tantas riquezas, son herencia directa de su origen como bastión estratégico del desarrollo y la organización nacional. Una ciudad con semejante densidad histórica solo puede honrarse si entiende su rol en la estructura nacional y redefine su lugar en el país que sigue construyéndose. Río Cuarto necesita reconocerse en su verdad histórica sin prejuicios, la de un territorio forjado en la frontera, protagonista y testigo de la Argentina real, la que todavía busca integrarse en un proyecto sólido de Nación.

En este 239° aniversario, Río Cuarto celebra mucho más que su fundación, celebra su identidad, esa trama compleja donde pasado y presente se entrelazan para dar sentido a lo que somos. Una ciudad que es producto de su vocación histórica —la de unir, proyectar y construir la Nación desde aquella frontera interna. Hoy, reafirmar nuestra identidad no significa anclarse en la nostalgia, sino reconocer la profundidad de nuestra historia para orientar el rumbo futuro.