Por Guillermo Ricca. Dr. en Filosofía
Aristóteles dice que la prueba de que hay un deseo natural de saber en los seres humanos está en el placer que nos producen las experiencias de nuestros sentidos. Aristóteles considera que las experiencias sensibles son formas de conocimiento y que nos remontamos desde las más rudimentarias hasta las más elevadas y abstractas que involucran a nuestro intelecto, capaz de conocer la verdad acerca del mundo, de las cusas últimas de las cosas y de nosotros mismos.
Lacan, hacia el final del siglo XX, sostiene que hay en los seres humanos una pasión estructural por la ignorancia, es decir, un deseo de no saber. Quienes explotan el ámbito de las fake news—como Steve Bannon, por caso, mentor de la campaña de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos—parecen tener pruebas de la efectividad de esta pasión señalada por el gran renovador del psicoanálisis y del retorno a Freud. Bannon diseño la base del plan de Trump: inundar las redes sociales de basura y de noticias falsas, crear una zona de virtual indistinción entre verdad y mentira pero, aun más, causar la ira en los usuarios de las mismas redes al mismo tiempo que se alimenta la pasión impersonal por la ignorancia.
El ministro de educación de la Nación, Carlos Torrendel, no sabemos si en ejercicio de la misma pasión por la ignorancia de la que habla Lacan o, simplemente en el ejercicio del cinismo a que nos tiene acostumbrados este gobierno sostiene que las universidades nacionales mienten respecto a la cantidad de alumnos—no son alumnos (a: sin; lumno, de lumen, “sin luz”) sino estudiantes de educación superior—porque el presupuesto depende de la cantidad de estudiantes en el ámbito universitario. Es una mentira que dicha por cualquier lego en la materia no pasa de ser un disparate, pero en boca de un ministro del gabinete nacional es de una gravedad canallesca.
El presupuesto universitario no se establece por cantidad de “alumnos” sino de acuerdo a la ley nacional de educación y los cálculos presupuestarios presentados por el Consejo Inter universitario Nacional (CIN), que representa a todas las Universidades Nacionales. El ataque sistemático a las universidades, a la ciencia y a la tecnología por parte del gobierno de Javier Milei no puede menos que recordar las épocas más oscurantistas de la Argentina, épocas que el plan económico de Caputo evoca con una inusitada melancolía por la destrucción. El presupuesto presentado en el acting circense de un domingo a la tarde es casi un calco y copia, corte y pegue, del modelo de Martínez de Hoz en 1980, cuando ya la Dictadura genocida daba señales de agotamiento.
Los actos electorales que dan legitimidad para que las mayorías sea representadas en un gobierno no habilitan la comisión de acciones linderas con el crimen ni, tampoco, ataques a la democracia en nombre de la misma democracia. Nadie votó el retorno de la dictadura por otros medios. Creo.
Razones más que suficientes para colmar las calles el próximo 2 de Octubre.