Por Guillermo Ricca. Dr. en Filosofía

Pasé el primero de mayo, día internacional de los trabajadores haciendo algo que se le recomienda poco a los trabajadores: fui al teatro. Estaba en la ciudad de Buenos Aires, con mi compañera que es experta en esos asuntos y tan sólo me dejé llevar a dónde ella me llevó: a ver Sansón de las Islas, la obra de Gonzalo Demaría, dirigida por Emiliano de Dionisi, con Luciano Castro, en el rol principal y un notable elenco de grandes actores, actrices y cantantes de ópera. La obra pivotea sobre un hecho histórico: la guerra de Malvinas y la transmisión de la televisión pública de las 24 hs Por Malvinas que condujeron Pinky y Cacho Fontana, a pocos días de comenzada la guerra. No spoiler. Simplemente, digamos que la farsa de la tragedia queda expuesta como una fractura que atraviesa a la sociedad argentina y que, sigue montada con otro escenario. Es lo que sucedió al final de la obra, cuando luego de largos aplausos del público, se escuchó: “fuera Milei, libertarios hdp, son treinta mil…” y un amplio sector del teatro respondió a coro.

Cuando salíamos del teatro, mientras de fondo se oía por los altoparlantes del teatro la voz de Pinky en aquella noche de vergüenza para la televisión argentina, un señor algo ofendido comentó que los insultos del final eran parte de la obra, seguramente, como un intento de bajarle el tono y el valor a las reacciones del público. Primera ganancia de vísperas del día del trabajador en el teatro San Martín: escuchar como el público expresa su descontento con el gobierno en una sala oficial de la gestión aliada—ahora enfrentada—de los violetas. Segunda ganancia: escuchar a un señor gorila querer negarlo.

En Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino, la última conversación entre el Gran Khan y Marco Polo, termina con estas palabras del navegante italiano: -El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.

En otra parte, Calvino escribe que En ciertos momentos me parecía que el mundo se iba volviendo de piedra: una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas y los lugares, pero de la que no se salva ningún aspecto de la vida. Era como si nadie pudiera esquivar la mirada penetrante de Medusa (Seis propuestas para el próximo milenio). Medusa cuya mirada convierte todo en piedra, sólo pudo ser vencida por Perseo que, para decapitarla necesitó volverse leve, apoyarse en la levedad de los vientos y de las nubes.

Dos cosas que me traje del día del trabajador: no reproducir el infierno, detectar lo que no es infierno y hacerle lugar y, también, no dejarse petrificar por el rayo del odio que circula como la mirada de Medusa y del que, como dice Calvino, no se salva ningún aspecto de la vida. El pensamiento es leve, el deseo es leve, y todo lo verdadero que hay en este mundo parece estar escondido bajo lo petrificado o en los intersticios del infierno.