Por Sandra Choroszczucha. Politóloga y Profesora de la UBA.

En charlas cotidianas solemos hablar de moralidad e inmoralidad. Y solemos distinguir bien la diferencia entre ambas, sin embargo, no nos percatamos que entre éstas existe una similitud. Una persona moral suele tener un buen comportamiento, respetando las reglas que no dañan ni ofenden ni estafan ni matan, una persona moral obra correctamente persiguiendo el bien y no el mal.

Una persona inmoral puede tener malos comportamientos, no respetando las reglas que dañan, ofenden, estafan o matan, una persona inmoral muchas veces no obra correctamente persiguiendo el bien y elige perseguir el mal. En esto se diferencian los morales con los inmorales.

Sin embargo, los morales y los inmorales sí comparten algo, un sentimiento o sensación común, ambos saben que lo que está mal está mal. Solamente que el moral no hace lo que está mal, y el inmoral sí hace lo que está mal. Pero como el inmoral sabe que hace el mal (tiene conciencia de esto), cuando hace el mal lo oculta, lo disimula o lo niega, porque sus valores al igual que el de los morales, le dicen “lo que estás haciendo está mal”.

Por ejemplo, una persona que no roba entraría en la categoría de persona moral y una que roba en la categoría de inmoral, pero si el que roba lo niega, lo oculta y lo disimula es porque sabe que robar está mal. Esto quiere decir que el sistema de valores de los morales y los inmorales muchas veces coincide, unos obran bien y otros mal, pero ambos saben que lo que está mal está mal.

Existe otra categoría, o tal vez muchas más en materia de moralidades, pero quisiera centrarme en una que entiendo que predomina mucho en nuestra dirigencia política y que afecta a nuestra sociedad y principalmente a nuestra cultura, el ser amoral, en no tener moral. Y acá sí hay una diferencia substancial con las dos categorías anteriores, porque el amoral no respeta las reglas que dañan, ofenden, estafan o matan porque esas reglas para el amoral no existen. Por eso no le parece mal hacer daño, y como no le parece mal no oculta ni niega ni disimula el mal que produce.

Cuando ocurre esto, cuando nos enfrentamos a la amoralidad, estamos en verdaderos problemas porque no existe posibilidad de diálogo, de reflexión, de poder recalcular, de buscar el perdón y tal vez, hasta de incluso volverse morales.

Un ejemplo bien concreto y reciente de nuestra vida política amoral: En ambas cámaras del Poder Legislativo votaron recientemente a favor para sancionar una ley de movilidad jubilatoria que implica que los adultos mayores comiencen a cobrar 12 mil pesos más por mes, que es lo que corresponde compensar de modo atrasado, según la inflación desde que asumió el presidente Javier Milei. También se pretendía con la promulgación de esta ley que si la inflación desciende como Milei repite que pasará, y empieza a crecer la economía como Milei repite que pasará, entones la nueva ley jubilatoria pueda lograr que los haberes jubilatorios comiencen a ajustarse de acuerdo al crecimiento de la economía, a la recaudación creciente y a los salarios crecientes (se pretende que los haberes jubilatorios crezcan no a la par, sino la mitad de lo que puedan llegar a crecer los salarios).

Los haberes jubilatorios son bajísimos hace décadas y estos ingresos miserables no son responsabilidad del presidente Milei. El presidente Milei sí es responsable y bastante hipócrita al levantar la bandera “anti casta”, al repetirnos a los gritos que esa “casta” iba a pagar el ajuste, el mega ajuste que se jacta de estar realizando, cuando resulta que los sectores medios, gran cantidad de pymes, docentes y los jubilados son los más afectados frente a la meta de déficit cero libertario; mientras tanto los grandes grupos empresarios lo pasan bomba con sus 32 regímenes especiales y la dirigencia política que tiene onda con Milei también obtiene cargos públicos con salarios más que suculentos.

Comparemos con lo peorcito: hasta Alberto Fernández, el peor presidente desde la vuelta a la democracia, un presunto golpeador y violento (un presidente que hasta los propios no pueden dejar de despreciar sus formas y contenidos al momento de gobernar y manejar su vida personal), fue más inmoral que amoral. Cuando organizaron la fiestita de Olivos por el cumple de Fabiola en plena pandemia, Alberto Fernández supo que estaba mal haber festejado ese cumpleaños y por eso lo intentó ocultar, y cuando salió a la luz lo despreciable de un festejo en plena cuarentena, intentó miserablemente culpar a su esposa, y más tarde, de un modo que pocos creímos genuino, pidió disculpas. Alberto actuó espantosamente, sabía que actuó espantosamente, pero pretendió ocultar lo espantoso. Esto convierte a Alberto Fernández en un ser despreciable e inmoral.

Ubiquémonos ahora en la gestión libertaria, con Milei presidente. No todo es hipocresía. Días atrás se celebró una fiestita, una fiestota para ser más exactos, también en la quinta de Olivos, para celebrar que Milei pudo mantener el veto para que los jubilados sigan cobrando los mismos haberes (porque Milei y “sus 87 héroes”, los legisladores que lo apoyaron, les negaron a los jubilados cobrar 12 mil pesos más por mes y les negaron tener una proyección más digna cuando pueda crecer la economía y se ponga fin “a la política de la casta”).

A esta fiesta, a este asadito que dicen que costó 20 mil pesos por comensal, ingresaron cantidad de dirigentes políticos con sus super autos, sonrientes, felices, exultantes de que pudieron lograr que los jubilados no lleguen a la categoría de “pobre”, que hubiesen llegado si empezaban a cobrar 12 mil pesos más. Milei y “sus 87 héroes” festejaban de gran comilona, no solamente que no aumente ni un peso el ingreso de los jubilados, sino que, en el mejor de los casos, si baja la inflación, no aumenten los haberes jubilatorios de acuerdo al crecimiento de la economía, festejaban que lo jubilados sigan siendo recontra pobres.

Y en esta oportunidad, en esta nueva fiesta de Olivos, se eligió no disimular ni ocultar nada. ¿Será porque le presidente Milei y sus 87 héroes son transparentes’? ¿O será porque son absolutamente amorales y por eso sonreían mientras festejaban comiendo asadito dentro de la quinta presidencial, mientras fuera de la quinta los jubilados se manifestaban porque no pueden comer ni un gramo de carne?

La pregunta que muchos nos seguimos formulando es ¿qué festejaron amorales?