Sin hacer ruido, el girasol se reposiciona como una opción estratégica para los productores de la región núcleo, especialmente en campos donde la soja y el maíz tardío ya no ofrecen los márgenes de rentabilidad de otras campañas.
El cultivo, que parecía relegado en los últimos años, retornó con fuerza al sistema de rotaciones, impulsado por su capacidad de responder en suelos restrictivos, su tolerancia a la sequía y los ingresos anticipados que permite su cosecha en febrero.
Según un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), el girasol deja una renta neta de 219 dólares por hectárea en campo propio, con rindes promedio de 20 quintales. En campo alquilado, la renta baja a 60 u$s/ha, pero sigue siendo positiva y competitiva frente a la soja.
“En campos alquilados, la soja incluso puede arrojar márgenes negativos, con pérdidas de hasta 15 u$s/ha, mientras que el girasol resiste y muestra números más estables”, destaca el reporte.
En zonas como el noroeste bonaerense y el sudeste cordobés, donde el maíz tardío solía dominar el paisaje, hoy muchos productores optan por girasol —e incluso por sorgo— como estrategia defensiva ante contextos climáticos y económicos adversos.
El informe subraya que el girasol no solo tolera mejor las condiciones secas, sino que además su cosecha temprana permite planificar coberturas o trigo en la siguiente campaña. A eso se suman bonificaciones en la comercialización por contenido de materia grasa, y la posibilidad de financiarse antes que con otros cultivos.
En un contexto de márgenes ajustados, el girasol reaparece como una herramienta de manejo agrícola inteligente, capaz de ofrecer estabilidad y proyección en tiempos inciertos.