La herramienta permite predecir la presencia de la enfermedad y las micotoxinas asociadas, optimizando decisiones productivas en un contexto climático variable. La fusariosis de la espiga de trigo (FET), causada por hongos del género Fusarium, continúa siendo una de las enfermedades más perjudiciales para el cereal en Argentina. Su impacto reduce rendimientos, deteriora la calidad comercial e industrial y genera micotoxinas nocivas para la salud humana y animal.

Los síntomas se observan principalmente en las espigas, que adoptan tonalidades blanquecinas o plateadas en las áreas afectadas, mientras que los granos resultan pequeños, livianos y pueden presentar manchas rosadas o un aspecto yesoso. Las condiciones de alta humedad y temperaturas superiores a 24°C durante la floración favorecen la infección, mientras que el patógeno puede persistir en el suelo y en residuos de cultivo, facilitando su propagación entre campañas.

La enfermedad puede provocar pérdidas productivas de hasta 50%, complicar la industrialización del grano y elevar el riesgo sanitario por la presencia de toxinas como deoxinivalenol (DON). Entre las prácticas recomendadas figuran el manejo integrado de enfermedades, el uso de variedades tolerantes, aplicaciones fungicidas en momentos críticos, el control de rastrojos y la rotación de cultivos.

Modelos predictivos para anticipar la enfermedad

Debido a la estrecha relación entre la FET y las condiciones meteorológicas, investigadores del INTA desarrollaron modelos de pronóstico capaces de anticipar la aparición de la enfermedad y la presencia de micotoxinas. El objetivo es mejorar las decisiones de manejo, reducir pérdidas y resguardar la calidad del grano destinado al mercado interno y externo.
Natalia Gattinoni, del Instituto de Clima y Agua del INTA, recordó que la campaña 2012/13, marcada por severas epifitias, estuvo influida por “condiciones neutrales del fenómeno El Niño–Oscilación del Sur, con un final de invierno y comienzos de primavera muy lluviosos y con altos niveles de humedad en el suelo”.

Por su parte, Malvina Martínez, también especialista del organismo, explicó que el comportamiento de la enfermedad varía según la región. “En el norte de la región pampeana, la mayoría de las epidemias se dieron en años con fase neutral de ENOS. En cambio, hacia el sur, la relación es directa con fases El Niño”, señaló. También destacó la influencia del Modo Anular del Sur (SAM), lo que refuerza la necesidad de monitorear distintas variables climáticas.
A partir de estos estudios, se desarrollaron modelos predictivos específicos para la enfermedad y para la micotoxina DON, considerada una de las más relevantes.

Herramientas de acceso público

La plataforma Agrometeorología INTA ya ofrece sistemas de monitoreo en tiempo real, que permiten consultar el Índice de Fusarium según estación meteorológica y período susceptible, información clave para ajustar manejo sanitario y logística de cosecha.
Martínez sostuvo que esta información “permite ajustar el momento de aplicación de control químico y, previo a la cosecha, ofrece mapas que muestran la distribución de la enfermedad en cada campaña”. Esto facilita la gestión industrial del grano, ya que permite anticipar niveles estimados de infección por zona productiva.

Impactos productivos y sanitarios

Enrique Alberione, fitopatólogo del INTA Marcos Juárez, subrayó que la FET es “la enfermedad fúngica que más daño ocasiona en el cereal” y remarcó que su severidad depende de múltiples episodios de infección. Además del impacto en el rendimiento, afecta el poder germinativo, el peso hectolítrico, la calidad proteica y genera micotoxinas peligrosas para la salud, como el DON.
“Contar con un modelo predictivo del Fusarium y del DON significa darle a los productores y a la industria una herramienta de gestión basada en ciencia, que reduce riesgos y aumenta certezas en un contexto de alta variabilidad climática”, concluyó Alberione.