Un grupo de especialistas del INTA destaca la importancia de prevenir que distintos cultivos se mezclen -de manera involuntaria- durante la cosecha, el transporte o en el almacenamiento, un problema que trasciende lo productivo y alcanza el plano comercial.

Los técnicos del INTA recomiendan tomar una serie de precauciones al momento de las cosechas para evitar pérdidas al mezclarse partes de los cereales obtenidos, utilizando para ello la gestión y la adopción de buenas prácticas de manejo para reducir riesgos y sostener la competitividad del agro argentino.

La presencia de trazas de distintos cultivos en la cosecha, un fenómeno conocido como commingling, representa un desafío invisible pero cada vez más relevante para la producción agrícola argentina. Este problema ocurre cuando granos con potencial alergénico, como maní, soja o trigo, se mezclan de manera involuntaria en el campo, durante el transporte o en el almacenamiento.

No subestimar nada

Desde el INTA advierten que la situación no debe subestimarse. “Incluso una cantidad mínima de un alérgeno puede desencadenar una reacción severa en una persona sensible”, señaló Gustavo Polenta -referente en la gestión de alérgenos alimentarios del Instituto de Alimentos del INTA Castelar- y remarcó que, si bien la eliminación total del commingling es prácticamente imposible, el foco debe estar puesto en la gestión y en la adopción de buenas prácticas.

En este sentido, aconsejó realizar una rotación planificada de cultivos y segregación de lotes para reducir los riesgos de contaminación entre campañas consecutivas y prestar especial atención a los campos adyacentes.

A su vez, destacó la importancia de realizar una limpieza exhaustiva de la maquinaria y equipos: cosechadoras, tolvas, camiones y silos deben ser higienizados antes de usarse con otro cultivo.

En cuando al almacenamiento y transporte aconsejó aplicar protocolos de segregación estrictos que eviten el cruce de granos en silos o contenedores.

A su vez, subrayó la necesidad de realizar capacitaciones en la cadena: desde los productores, transportistas hasta los operadores logísticos, quienes deben conocer el impacto del problema y las formas de minimizarlo.

“Necesitamos asumir que la mezcla de cultivos no es un accidente aislado, sino una característica inherente de la producción primaria. Lo que sí está en nuestras manos es reducir al máximo las probabilidades y sus consecuencias”, sostuvo Polenta.

Es que, según explicó, el impacto de este fenómeno trasciende lo productivo y alcanza el plano comercial. Cargas exportadas pueden enfrentar rechazos en destino si se detectan trazas de cultivos no declarados, lo que genera pérdidas económicas. “En mercados que exigen rótulos claros y confiables, un grano mezclado puede significar la diferencia entre concretar una operación o perderla”, remarcó Polenta.

El INTA trabaja junto con organismos internacionales en la definición de umbrales de referencia y en la validación de métodos analíticos que permitan establecer criterios objetivos para el comercio. “La solución no es la utópica tolerancia cero, sino una gestión basada en la ciencia, la trazabilidad y la capacitación de toda la cadena”, reconoció el especialista.

En un escenario donde los consumidores demandan cada vez más productos seguros y con etiquetas limpias, el rol del INTA se vuelve clave para acompañar a los productores con conocimiento técnico y pautas concretas que minimicen riesgos y pérdidas, asegurando al mismo tiempo la competitividad del agro argentino en los mercados globales.