Hugo Busso, autor de “Ecoocreatividad. Utopias concretas para tiempos inciertos”, EDUVIM, 2025.
La crisis ecológica contemporánea no puede reducirse a un problema técnico ni exclusivamente científico. Más bien, constituye una crisis de la sensibilidad, desencarnada y desubicada en el contexto del hiperconsumo. Se trata de un empobrecimiento del pensamiento y del conocimiento en su relación con el entrelazamiento de la vida, una forma de ceguera ético-epistémica que oscila entre la ignorancia imprudente e irresponsable y la deliberada negación de las consecuencias irreversibles que afectan a lo viviente, a lo que aquí denominamos “lo Terrestre”.
La pérdida de vínculo con lo viviente
En las grandes ciudades, los alumnos de primaria y secundaria —herederos de una cultura moderna— se enfrentan a la “naturaleza” como si fuese mera escenografía. El conocimiento de pájaros, insectos, árboles, plantas, del sentido del viento, del orden de las constelaciones o del ciclo de las estaciones ha perdido toda conexión con la vida cotidiana. Esta desconexión impide reconocer tanto la diversidad de lo viviente como las consecuencias inmediatas de la destrucción de territorios por proyectos de crecimiento económico, así como los efectos de la deforestación sobre las generaciones futuras, humanas y no humanas. La percepción dominante reduce la cuestión ecológica a un asunto de especialistas o activistas, relegando la sensibilidad común hacia lo viviente.
Despolitización y sensibilidad
La despolitización actual está estrechamente vinculada con la pérdida de sensibilidad hacia lo viviente. Las normas, reglamentaciones y leyes constituyen formas de auto-institución social, pero el poder de acción —como energía potencialmente disponible— es la materia prima de la metamorfosis institucional de la política. En este sentido, la política se debate entre su dimensión agonal, que cuestiona la distribución de recursos y privilegios, y su dimensión policial, que custodia dicha repartición. La sensibilidad hacia lo viviente emerge como motor y materia prima de la defensa de la vida, generando emociones como bronca, ira o rechazo frente a la injusticia. Sin embargo, la negatividad inicial debe transformarse en positividad propositiva para evitar ser funcional a la lógica dominante del capitalismo neoliberal.
Compromiso ciudadano y creatividad política
El movimiento ecopolítico requiere trascender la mera reacción para convertirse en propuesta alternativa al mundo de la depredación consumista. El compromiso ciudadano, entendido como responsabilidad solidaria ética, estética y política de individuos autónomos, iguales, libres y cooperantes, constituye la posibilidad creativa de lo político. El entusiasmo, la imaginación creativa y las utopías concretas son elementos indispensables para superar la impotencia política actual y abrir horizontes postneoliberales, es decir ecoocrativivos.
Posibilidad, potencia y poder
Siguiendo la lectura spinozista de Bifo Berardi en Futurabilidad (2019), la política ecológica —o ecoocreativa, en nuestro vocabulario— se sostiene en tres elementos fundamentales: posibilidad, potencia y poder. Estos deben entrelazarse con el amor como alegría que celebra la voluntad de vivir, si como con su resonancia corporal y sistémica. La posibilidad abre la potencia como energía de lo probable, que a su vez se despliega en el poder de la acción. Superar los paradigmas modernos de progreso, desarrollo y crecimiento implica reconocer que su crisis constituye hoy un obstáculo paralizante para el cambio. La capacidad de sorpresa y de ir más allá del asombro estético infantil o burgués debe transformarse en sensibilidad consciente, capaz de integrarse en la vida cotidiana y en los imaginarios culturales como potencia aún no desplegada.
Filosofía ecoocreativa y ecología de la atención
El futuro se abre como poder al politizar la posibilidad en la cadena viviente de la que somos parte y corresponsables. La filosofía, entendida como arte de vivir, se convierte en condición necesaria para este proceso, al abrir la percepción y cultivar una ecología de la atención. La praxis ecoocreativa implica reconciliar igualdad y cooperación con las ciencias de la complejidad, en un trabajo con el sí mismo —en sentido junguiano— que resuene con la red sistémica en la que estamos enredados entrópicamente. Somos, irremediablemente, participantes y cocreadores de la ecología actual, y por ello corresponsables de su salud en todos los niveles y dimensiones.
La praxis ecoocreativa
La crisis ecológica es, en última instancia, una crisis de sensibilidad y de imaginación política. La tarea filosófica consiste en reactivar la capacidad de percepción, atención y creatividad para abrir alternativas postneoliberales que reconcilien lo humano con lo viviente. Solo así podremos asumir nuestra corresponsabilidad en la red terrestre y desplegar una praxis ecoocreativa que celebre la vida en su complejidad y misterio milagroso.





