La parroquia de Fátima tuvo en los años ’70 y ’80 su época de oro. De una iglesia con gran actividad, pasó a quedar relegada pese a ser uno de los cuatro templos más importantes de la ciudad de Río Cuarto. Hoy se encuentra ante el desafío de una nueva evangelización.

Las festividades en honor de la Virgen tienen múltiples denominaciones. Y entre las principales –en nuestra región del sur provincial- se encuentra en un lugar destacado la de la Virgen del Rosario de Fátima. En Río Cuarto la creación de la parroquia de Fátima se remonta al año 1952, y tuvo sus años dorados entre las décadas del ’70 y del ’80.

Unir el nombre de la iglesia de Fátima con la del sacerdote Héctor Isidro Pereyra es algo inevitable. Es que “el padre Pereyra” fue un impulsor de la parroquia como no hubo otro.
Ingresado al Seminario a la edad de nueve años (sí, a los nueve años) apenas se ordenó sacerdote fue destinado a la Iglesia Catedral, sede del primer obispo, monseñor Roberto Buteler.

En una de las tantas noches de prolongar las charlas con una cena con sus allegados, relató que él sentía la necesidad de levantar un templo en el oeste de la ciudad.
Más allá de la calle Maipú, todo era terrenos de quintas. Era ya la entrada al campo.

Eligió un lugar y comenzó con la campaña del ladrillo para construir. Había elegido la advocación de le Virgen de Fátima porque en esos años se reconoció la veracidad que le otorgó la Iglesia a las apariciones a los tres pastorcitos. Lucía, Francisco y Jacinta fueron los elegidos para recibir el mensaje que Dios, a través de la Virgen, le transmitía a su pueblo.
La primera aparición fue un 13 de mayo, y siguió sucesivamente en los meses hasta su última visión el 13 de octubre. De allí surgen dos fechas donde se congregan las fiestas de la parroquia de Fátima.

Lugar de encuentro

Fátima era un lugar de encuentro de cientos de personas. En el patio que daba a la calle Moreno, funcionaban los grupos de Boy Scouts que en gran número se reunían los fines de semana. Además estaba en auge la Acción Católica, la Legión de María, Cáritas, una farmacia que se ubicaba detrás del altar, en el lugar donde se recambiaban de ropa los sacerdotes.

En el salón principal de reuniones funcionó un cine, que fue uno de los primeros en gran parte de la ciudad y que congregaba a multitudes de niños que por primera vez tenían acceso a este singular entretenimiento.

A estos grupos hay que sumarles los de catequesis de primera comunión, los de confirmación, y el grupo juvenil que llegó para quedarse en aquellos años de oro de la vida parroquial. El Consejo de Pastoral era a la vez una organización parroquial que iba delineando con el cura Pereyra, los pasos a seguir en orden a la difusión del evangelio y a la realización de obras para terminar de hermosear el templo y de encargarse de otras obras en las capillas que por entonces surgían como hongos en el oeste de la ciudad.

Una tarea incansable

El padre Pereyra parecía incansable. Atendía las capillas que fueron levantándose y que hoy muchas de ellas son parroquias. Entre estas debemos mencionar a San Martín de Porres, Santa Teresita, San Roque, San Pablo, Inmaculado Corazón de María, San Nicolás, San José (en el paraje rural), Cuatro Vientos, Costa del Tambo, Río Seco, Las Albahacas, Villa El Chacay, por nombrar sólo algunas.

Para muchos, Pereyra ponía casi todo el énfasis en construir nuevos templos, en levantar capillas partiendo de un galpón. “Sólo le falta techar la calle frente a la parroquia”, decían algunos otros sacerdotes no sin un poco de envidia.

La frase se escuchó poco después de que techara el patio del lado sur, donde había una cancha de vóley u que se transformó en una cochera para más de cincuenta vehículos, lo que significaba un importante ingreso mensual a las arcas de la Iglesia.

Hace más de una década que Pereyra falleció (varios años antes se había alejado del servicio sacerdotal en Fátima) y pasaron varios sacerdotes como nuevos párrocos.
La manifestación de la fe se fue apagando, no porque ya no estuviera el cura Pereyra, sino por el cambio cultural y social que fue viviendo el mundo, cuya principal consecuencia que se vive hoy es el alejamiento de los bautizados a los sacramentos, especialmente a la misa, reunión comunitaria por excelencia.

El actual párroco es el padre Nicolás Constantini, quien llegó hace apenas siete meses, y lleva adelante los destinos de la comunidad, con los desafíos que ello entraña.

Caravana por el barrio

“Acá estamos con la novena de octubre, que tiene su fiesta central el 13 de octubre. Hay una misa a las cinco de la tarde, otra a las 20, y si Dios quiere, el domingo por la tarde realizaremos una caravana en auto desde las 19.30. Buscaremos llegar a más lugares, detenernos en algún hogar de ancianos para acercarnos a quienes están allí”, comenzó diciendo el padre Constantini.

“Justo ahora el Papa León sacó una carta apostólica “Delixi te, que significa El te ama y que hace referencia a los más pobres, a los enfermos, y viene bárbaro para a cercarnos un poco hacia aquellos que no pueden venir.

“Esta es una parroquia muy tradicional. Hace muchos años sólo estaban la Iglesia Catedral, Los Sagrados Corazones, La Merced en el Alberdi y Fátima. Las divisiones que se hicieron fue para una organización entre nosotros, pero aquí siguen viniendo muchas personas que tomaron aquí la primera comunión, se casaron..”

“Uno de los desafíos que tenemos en todas las parroquias de la Diócesis, que hemos hablado este año, es la llegada a la familia que ya ha perdido la tradición de inculcar la fe de generación en generación. Este sería un nuevo llamado, necesitamos cautivar a las familias para que escuchen este nuevo llamado a través de la catequesis. Es necesario anunciar de nuevo el Evangelio a las familias..”, señaló Constantini.

“Hay las familias tienen una constitución muy distinta, hay muchas familias ensambladas a quienes es necesario hacerles llegar el evangelio. Otro de los desafíos es volver a abrir las puertas de la parroquia. Es abrirle la puerta a todos los que quieran acercarse y poder generar una comunidad alegre. Hace un tiempo estaba más planchada la comunidad. Queremos que se reactive.. ya están funcionando un grupo juvenil, la farmacia de Cáritas, los Scout, la catequesis de comunión y confirmación, el grupo del rosario…”

“Las dos cosas más importantes son el de poder acompañar y animar a la comunidad. Por lo que vemos entre los sacerdotes y lo ven los obispos, es un futuro de trabajo con el pequeño rebaño, intentando optar por los valores más esenciales que tiene nuestra fe. Será como purificarnos y animarnos a vivir más auténticamente el Evangelio. Una Iglesia que sea como una pequeña luz encendida”, concluyó.